Ha sido una lectura que te sumerge a lo largo de un viaje a través de la comida y los recuerdos.

A veces me encanta acudir a lecturas como esta, lecturas sencillas, que nos entretienen sin más, sin necesidad de sumergirnos en reflexiones profundas. Se trata de una novela que puedes casi leerte de una sentada, que te atrapa desde primer momento y donde los personajes y la comida son los protagonistas de la historia.

El autor nos presenta a unos personajes entrañables, Nagare Komogawa, un ex policía retirado que dirige un pequeño restaurante en Kioto junto a su hija Koishi, que lo ayuda en su singular negocio. A medida que avanzas en la historia, te encariñas con estos personajes y te conviertes en testigo de la relación especial entre padre e hija.

El pequeño restaurante es un lugar único y poco conocido en Kioto. No tiene un cartel que lo anuncie y su existencia se divulga a través de un anuncio casi indescifrable en una revista. Solo unos pocos clientes logran descifrar este mensaje y tienen la determinación de encontrarlo.

La novela se desarrolla en torno a seis historias diferentes con una estructura en común: el cliente llega al restaurante con el deseo de poder probar de nuevo un plato que comió en su pasado, siempre con un recuerdo emotivo ligado a ese plato. Koishi será la responsable de hacer una pequeña entrevista a cada uno de los clientes para poder conocer sus vidas, adentrarse en ese recuerdo y las conexiones que tienen tras ese deseado plato. Nagare, el chef, intentará hacer lo posible por replicar los sabores y con ello, evocar ese momento que quedó atrapado en su memoria y poder revivir por un instante momentos que pensaban que se habían perdido para siempre.

Aunque la estructura de cada capítulo puede parecer repetitiva, conocer la historia de cada personaje es lo que más he disfrutado.

En resumen, se trata de un buen libro de esos que no te hace pensar demasiado, te hará sonreír, te dejará con hambre y te hará pensar en cómo también los sabores pueden ser un portal hacia el pasado.