La anguila te atrapa, te retuerce y no te libera hasta que llegas a su última página. Un libro cargado de pintura, de sexo, disolventes, barnices, abortos, brochazos llenos de abusos y hasta una violación. Con este cóctel y tras varios libros de ilustraciones a sus espaldas, Paula Bonet nos presenta su primera novela con toques autobiográficos, publicada por la editorial Anagrama.

Es complicado realizar una reseña de un libro que te hace sentir tantas cosas. Paula nos narra la historia de una estudiante de Bellas Artes a través sus comienzos con la pintura, la influencia que tuvieron sus abuelos en su vida y temas tan delicados como un aborto voluntario cuanto era joven o los duros abortos espontáneos que tanto han marcado la vida de la autora.

Con un estilo narrativo que te atrapa, se le da hostias a diestro y siniestro al sistema patriarcal que por desgracia aún existe. Conocemos los pasos por su juventud a través del control excesivo de su ex que llega al punto de agredirla; su huida hacia Chile gracias a una beca universitaria para alejarse del profesor universitario que le dobla la edad y que con su alto estatus y a través del abuso de poder, la manipula. Lo peor de toda esta violencia silenciada es que se ve normalizada a lo largo de los años sin que pase nada.

Otro episodio que nos narra es la violación por un Premio Nacional de Poesía mientras está ebria y que hasta pasados diez años no es capaz de ponerle nombre a lo ocurrido, dándose cuenta de que fue una violación. Una gran crítica la de este libro para darle sonoridad a los casos por los que aún pasan multitud de mujeres, y por los que aún queda mucho por hacer.

Un libro que no te deja indiferente, con un lenguaje muy directo, donde se mezclan temas tan delicados con la pintura. Una vez más Paula ha conseguido que me emocione un libro suyo.

Desde conocí la obra de Paula Bonet hace unos años, siempre ha sido un referente en cuanto a la pintura, y ahora consigue que también sea un referente en la escritura. Enhorabuena por toda tu carrera, que desde aquí envidio. ¡Brava Paula!